La radio, la televisión, el audio y el vídeo, presentes desde hace décadas en la vida cotidiana, han sido piezas centrales de la educación a distancia y cobraron nueva relevancia durante la COVID-19. Los recursos audiovisuales bien diseñados potencian el aprendizaje y la retención, complementan la docencia rutinaria y hacen visibles y audibles fenómenos de otro modo inaccesibles.
De forma decisiva, los medios de difusión mitigaron desigualdades cuando la conectividad era escasa: la radio y la TV alcanzaron a los estudiantes vulnerables a gran escala; el pódcast añadió control bajo demanda (pausa, retroceso y repetición), fortaleciendo la autonomía y la gestión del tiempo. Pese a la percepción de obsolescencia, evidencias de UNICEF y del Banco Mundial subrayan su vigencia educativa, en especial en contextos con pocos recursos.
La televisión y el vídeo amplían este potencial al integrar texto, imagen y sonido para motivar, mostrar procedimientos y humanizar la pericia. El paso de formatos analógicos a plataformas en red ha multiplicado el acceso, desde repositorios institucionales hasta MOOC.
El diseño importa: los vídeos más breves y cercanos, que alternan la presencia del docente con apoyos visuales, sostienen mejor la atención; con todo, el vídeo debe incrustarse en un diseño de curso coherente y no tratarse como solución aislada. La videoconferencia síncrona, a su vez, ha reunido muchas ventajas de los medios anteriores, añadiendo interacción bi/multidireccional y presencia social, aunque exige estrategias pedagógicas deliberadas y formación del profesorado.
En suma, la educación a distancia fue pionera en el uso educativo de la radio y la televisión y sigue beneficiándose del audio y el vídeo como herramientas asequibles y escalables: imprescindibles donde la conectividad o la electricidad son limitadas, y potentes en otros entornos cuando se integran con intención.
La pandemia aceleró su adopción y expuso tanto su promesa como sus carencias: las instituciones deberían impulsar estrategias omnicanal que alineen los medios con los contenidos y las necesidades del alumnado; aprovechar las vastas bibliotecas abiertas disponibles; e invertir en el tiempo, el oficio y la formación necesarios para producir o curar materiales de calidad. El dividendo pedagógico no reside en el medio en sí, sino en su orquestación deliberada entre experiencias síncronas y asíncronas.
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Cómo citar: García-Aretio, L. (2022). Radio, televisión, audio y vídeo en educación. Funciones y posibilidades, potenciadas por el COVID-19. RIED-Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, 25(1), 09–28. https://doi.org/10.5944/ried.25.1.31468
